Deprime la actitud de Ana Garrido, cuya trayectoria política está dejando más sombras que luces en los últimos tiempos. Deprime que su estado de ánimo fatídicamente coincida con una petición previa de aumento de sueldo.
Deprime que sus vínculos de amistad con el ex alcalde Arturo González Panero se debilitasen justo cuando se torcieron las cosas para el regidor, porque, a ver, normalmente esas reacciones se juzgan públicamente, con más o menos razón, como palmarias muestras de personal deslealtad.
Deprime que cuando ya se han liquidado todos los contratos afectados por el caso Gürtel y se emprende una etapa de limpieza y transparencia en el Ayuntamiento de Boadilla, todavía sea preciso remover tiempos pasados hasta retroceder veinte años, cuando en cada ascenso suyo podía brindar en la intimidad con la familia de González Panero.