Una muestra de esta preocupación es el Informe Demográfico 2008, recién publicado, en el que la Comisión actualiza las previsiones de población que hizo en un informe anterior de 2006.
El primer capítulo presenta los últimos datos sobre los tres factores que determinan la pirámide de población europea: nacimientos, muertes e inmigración.
El número de hijos por mujer ha bajado significativamente desde mediados del siglo pasado. Las mujeres nacidas en 1945 han tenido como media 2,11 hijos, mientras que las nacidas en 1965 tienen 1,77. La tasa de fecundidad de las cohortes más jóvenes solo puede ser estimada, pues todavía no ha acabado su vida reproductiva. Pero actualmente está en torno a 1,5 hijos, con una ligera subida en los últimos años.
Un cambio que incide en la fecundidad es el retraso de la primera maternidad, que ha pasado de 24,4 años en 1960 a 27,5 años en 2003. Como ahora las mujeres tienen hijos más tarde, es posible que al final de su vida reproductiva suba ligeramente la tasa de fecundidad, pero siempre estará por debajo del 2,1 necesario para la sustitución de las generaciones.
La inmigración y la brecha demográfica
El segundo factor que determina la población es la mortalidad. Y en este aspecto el progreso médico ha conseguido que cada vez vivamos más años y en mejores condiciones. En 2004 la esperanza de vida era de 81,5 años para las mujeres y 75,2 para los hombres.
Sin embargo, hay una significativa diferencia este-oeste, sobre todo en lo que respecta a los hombres. Mientras que en ocho países del centro y este de Europa los hombres pueden esperar vivir unos 65-70 años, en el oeste la esperanza de vida sube a más de 76 años. También hay diferencias dentro de cada sociedad, pues un estatus socioeconómico más elevado va unido también a una esperanza de vida más alta.
Cada vez más población mayor, cada vez menos jóvenes. ¿Cubrirá la inmigración la brecha demográfica? En los últimos trece años (1995-2007) la población de los 27 países que hoy forman la Unión Europea se incrementó con 15,5 millones de inmigrantes, 11 de ellos durante los últimos seis años del periodo. Pero las tres cuartas partes de esos inmigrantes han sido acogidos por solo tres países: Reino Unido, España e Italia, que es donde más debates ha suscitado la presión migratoria.
Las previsiones de una mayor inmigración y de una elevación de la fecundidad hacen que las últimas estimaciones de Eurostat sobre el tamaño futuro de la población europea varíen bastante respecto a las que hizo en 2004. Pero ya se ve que estas previsiones hay que acogerlas con cautela.
Las nuevas proyecciones dicen que la población de EU-27 pasaría de 495 millones en 2008 a 521 millones en 2035, para disminuir después progresivamente hasta 506 millones en 2060. A partir de 2015 habría más muertes que nacimientos, lo que marcaría el fin del crecimiento natural. Desde entonces, el único factor de crecimiento demográfico sería el saldo migratorio positivo. Sin embargo, a partir de 2035 la inmigración no sería suficiente para compensar la variación natural negativa, y la población comenzaría a bajar.
A lo largo de todo el periodo de proyección la estructura de la población iría envejeciendo. Los mayores de 65 años pasarían de ser el 17% de la población en 2008 al 30% en 2060.
Un cambio ya próximo es que la jubilación de la generación del baby boom de postguerra va a suponer un desequilibrio preocupante entre la población activa y los retirados. Actualmente, por cada persona de más de 65 años hay cuatro en edad de trabajar (15-64 años); en 2050, habrá solo dos activos por cada jubilado. El informe cree que la inmigración puede ayudar a aliviar la escasez de trabajadores que se producirá por el declive de la población en edad de trabajar.
El nuevo panorama familiar
El informe dedica particular atención a la modernización de las políticas familiares para adaptarlas a los cambios económicos y sociales.
El panorama familiar ha cambiado, lo que en algunos casos tiene también sus costes sociales. La gente se casa más tarde (a los 27,5 años las mujeres y a los 29,8 los hombres), cuando se casan, pues la cohabitación sin matrimonio se ha generalizado: una amplia proporción de niños –de un 25% a un 50% según los países– nacen de padres no casados. De todos modos, los hogares de parejas, casadas o no, con hijos representaban el 80% de los hogares con niños. Los hogares monoparentales, la mayoría a cargo de mujeres, eran el 14% de los hogares con niños.
Otro problema es que la tasa de divorcio ha crecido desde los años 70, y en algunos países casi se ha duplicado. Hoy el 20% de las bodas corresponden a personas divorciadas que buscan una segunda oportunidad.
La creciente esperanza de vida, la mayor autonomía de las personas mayores y también los efectos del divorcio contribuyen al aumento de los hogares unipersonales. En 2005, el 27,7% de los hogares eran de este tipo.
Cómo ayudar mejor a las familias
Ante estos cambios en la realidad familiar, ¿cómo ayudar mejor hoy día a las familias? El informe mide la efectividad de las políticas familiares atendiendo a su capacidad de reducir el riesgo de pobreza de los diversos tipos de familia y por las tasas de fecundidad, que pueden ser vistas como un índice de si los padres pueden realizar su deseo de tener hijos.
Las familias monoparentales son la que tienen un mayor riesgo de pobreza: nada menos que un tercio de las personas que viven en estas familias son pobres, frente a un 16% en la población en general. También las familias numerosas (dos adultos con tres o más hijos) tienen un riesgo de pobreza (24%) superior a la media, aunque menos que las monoparentales. En cambio, solo el 7% de los hogares con hijos en los que los dos padres trabajan sufrían el riesgo de pobreza.
Otra realidad que debe ser tenida en cuenta es que los países con alto nivel de participación laboral femenina son también aquellos con tasas de fecundidad más altas, lo que da a entender que lo más decisivo es lograr una conciliación satisfactoria entre familia y trabajo.
Sin embargo, actualmente el gasto social dedicado a las familias y a los niños –un 2,1% del PIB de EU-27 en 2005– se orienta sobre todo a los subsidios monetarios: las tres cuartas partes se destina a subsidios familiares por hijos y el otro cuarto a servicios. El informe sugiere aquí un cambio de política, ya que las tasas de fecundidad tienden a ser superiores en los países con mejor provisión de servicios para la custodia de los niños y con mayor participación de la mujer en el mercado laboral. Por eso, concluye, «una reorientación del apoyo a las familias hacia medidas que faciliten la conciliación de trabajo y vida familiar parece deseable, tanto para reducir la pobreza como para elevar las tasas de fecundidad. Además, aumentaría el empleo y reforzaría así la capacidad de la UE para cubrir las necesidades de un población envejecida».
En definitiva, la Comisión Europea quiere favorecer que las mujeres en edad de tener hijos aumenten su participación laboral, también porque es un medio para cubrir la futura escasez de trabajadores. Actualmente, la diferencia de tasa de empleo entre hombres y mujeres de 25-49 años es de 16 puntos, margen que se podría rebajar. Pero también es verdad que el informe basa sus consideraciones en motivos solamente económicos, sin plantearse lo que puede ser mejor para la crianza de los niños pequeños. Y el tradicional debate de si es mejor para los niños pequeños estar en casa con su madre o en la guardería sigue estando abierto.