El Pew Research Center acaba de publicar 'El estado de los medios de información 2008', quinto informe anual del Project for Excellence in Journalism y un punto de referencia para quien quiera acercarse al hoy y ahora de la profesión periodística. El informe es un profundo análisis de la situación en la que se encuentran los medios en Estados Unidos, que este año saca a la luz interesantes conclusiones. Quizá la más importante es que, a diferencia de los que se suele creer, el número de personas que manifiestan interés por las noticias va en aumento. En palabras de uno de los autores del informe, Rick Edmonds, «según la mayoría de las mediciones realizadas, la audiencia de las noticias está creciendo si tenemos en cuenta la web y los medios impresos».
Del impreso al 'online'
Esta conclusión desmiente algunas visiones catastrofistas que anticipaban el final de la prensa a consecuencia del desinterés de las audiencias por la información que esta aporta. Pero a la vez reconoce un desplazamiento lento e inevitable hacia el contenido online.
En concreto, ¿qué es lo que pide la audiencia? Según los analistas del Pew Center, la gente quiere acceso sencillo a las noticias específicas que demanda. El público reclama una continua actualización, y también quiere estar en condiciones de utilizar esa información en una comunidad amplia. Quiere que los medios informativos le permitan tener de qué hablar, debatir, responder a preguntas, e incluso que le ayuden a conocer personas que piensen de modo similar o que defienda posturas distintas para pensarlas y ensayar argumentos en contra.
Al menos en Occidente, el periodismo trata de perfilar su identidad en un mundo de superabundancia informativa derivada de la extensión de las nuevas tecnologías.
En primer lugar, los grandes diarios tradicionales experimentan una caída de lectores. Muchos motivos se entremezclan en esta deriva, pero uno de ellos es la proliferación de la información online. Estados Unidos, Francia e Inglaterra advierten este fenómeno de un modo más agudo.
España mantiene algo más sus cifras, aunque prefiere remojar sus barbas y lo hace con una iniciativa interesante: la Asociación de Editores de Diarios Españoles firmó recientemente un acuerdo con el Ministerio de Cultura para impulsar la lectura de periódicos en colegios, con el objetivo de incorporar así a las nuevas generaciones. En España, las dificultades de la prensa escrita vienen más bien de que la publicidad ha reducido sus inversiones en prensa a raíz de la mayor diversidad de soportes.
Entre el rigor y la exclusiva
Es cierto que el nuevo decorado presenta unas condiciones únicas: nunca en la historia ha existido un acceso mayor a la información. Pero junto a esto, la proliferación de fuentes interesadas -instituciones, empresas, ONG...- que quieren vender su punto de vista, lleva a pensar que todo es opinión e interés, lo cual puede fomentar el escepticismo del público. De aquí que haya quienes consideren que la prensa convencional debe destacarse de ese puro suministro de información, para decidirse por el análisis original y hondo.
Contra esto están las rutinas temporales, la rapidez que siempre ha sido caballo de batalla del periodismo pero que se acentúa con la demanda de información online. Aunque crece el número de fuentes y la posibilidad de acceder a las noticias, los periodistas disponen de menos tiempo para analizar la información recibida: alguien está contando ya la noticia en Internet, en la radio, en las cadenas televisivas de información 24 horas.
Bob Woodward reconocía recientemente en una entrevista que «cuando Carl Bernstein y yo trabajamos en lo de Watergate, podíamos hacer el borrador de un artículo. Entonces, los responsables de la redacción nos hacían preguntas inteligentes y podíamos tardar dos o tres semanas en rematar el artículo. Ahora, aparecería alguien y diría: ¿no podríamos poner esto en nuestra página web este mediodía?». Y surge la gran alternativa: elegir el rigor, la verificación, el análisis, u optar por la exclusiva.
Una muestra reciente y expresiva de esta dicotomía es el caso de las acusaciones vertidas por el New York Times sobre una presunta relación sentimental entre el candidato a la presidencia norteamericana John McCain y la lobbyist Vicky Iseman. Según el artículo del Times, las empresas para las que trabajaba Iseman habrían recibido un trato de favor del entonces congresista McCain. A los pocos días el defensor del lector del diario neoyorquino reconocía que el periódico se había precipitado al presentar la historia sin el suficiente apoyo en fuentes seguras. Los críticos del New York Times han dicho que la precipitación tuvo como desencadenante la rivalidad comercial: adelantar al Washington Post en la publicación de la noticia.
Internet no es un enemigo
«Nunca ha habido mejores tiempos para ser periodista», afirma Mark Briggs, autor de Journalism 2.0. Profesor de la Universidad de Seattle y actual subdirector adjunto para noticias interactivas del periódico Tacoma News Tribune, Briggs obtuvo en 2002 el premio James K. Batten Innovator, y más tarde fueron también premiados sus proyectos creativos en The Herald -2003 y 2004-.
Su actitud es optimista, pero no ingenua: sabe que en EE.UU. más de 3.000 colegas periodistas se han quedado sin empleo entre 2000 y 2006, y que la tendencia continúa siendo alarmante. El New York Times anunciaba recientemente un recorte de 100 empleados en 2008. Tribune, el segundo grupo periodístico norteamericano, despedirá próximamente a 250 periodistas del Chicago Tribune y de Los Angeles Times. Desde mediados de 2007, otros periódicos han reducido su plantilla, como USA Today, que ofreció bajas voluntarias a 45 periodistas. El San Diego Union-Tribune también ha anunciado la eliminación de cien empleos. Otros periódicos que han sufrido la crisis publicitaria y que han realizado recortes de personal son el San Francisco Chronicle, el Seattle Times y el San Jose Mercury News.
La mayoría de los gerentes de la industria han reaccionado a la crisis de su modelo de negocio con una espiral de recortes presupuestarios, con el cierre de oficinas, con despidos, o con una reducción de páginas. Molly Ivins, columnista del Minneapolis Tribune y del New York Times, se quejó, poco antes de su muerte, de que las empresas de diarios creen que la solución a su problema es «hacer nuestros productos cada vez más pequeños, menos útiles y menos interesantes».
Pese a todo, Mark Briggs considera que la dificultad se convierte en oportunidad con la entrada del mundo online. 'Un mar en calma nunca hizo buenos marineros', titula uno de sus capítulos, para después añadir: «Si usted ama el periodismo, tiene que amar el tener más herramientas a su disposición y más interacción con su audiencia y la próxima desaparición de las tradicionales restricciones de tiempo y espacio».
De la misma opinión es Arianna Huffington, directora de un influyente sitio web norteamericano, el Huffington Post: «A la gente le encanta diagnosticar la muerte de los periódicos. Creo que es ridículo. Los medios tradicionales solo tienen que darse cuenta de que el mundo de Internet no es un enemigo. Es más: es su tabla de salvación, siempre y cuando sepan adoptarlo con valentía».
Desde un artículo a otros contenidos
Es clara la profundidad de los cambios, y también que estos afectarán inevitablemente -ya lo están haciendo- a las rutinas redaccionales de los medios. Como afirma Dan Gillmor, director del Center for Citizen Media de la Universidad de Berkeley -California-, «los medios han de modificar la manera en que informan e incorporar nuevos métodos y tecnologías. Ésta ya es una buena razón para hacer mejor periodismo. Tienen que arriesgar e innovar. Incluso de un fracaso se aprenden lecciones. Para ser más competitivos, los medios tienen que ver lo que están haciendo sus audiencias en la red».
Entre las conclusiones del informe 'El estado de los medios de información 2008' se afirma que los periodistas ya no pueden dedicarse exclusivamente a crear, contar y analizar los acontecimientos. También deben ayudar al público a encontrar lo que le interesa y a sacar algún significado del conjunto.
El citado estudio, centrado en los 24 medios norteamericanos más influyentes, mostró que mientras apenas tres de ellos publicaban enlaces externos a finales de 2006, un año más tarde eran 11. Para los autores del informe, un site que se limite a sus propios contenidos sería algo así como una compuerta atascada. Los sitios de información ya no se conciben como un destino, sino como una plataforma abierta hacia el exterior. El estudio muestra la considerable proporción de artículos a los que el lector llega desde otro artículo. Y esto hace que cualquier información sea solo su propia primera plana. Por tanto, el artículo debería dar una idea de lo que se puede encontrar en el resto del sitio -en informaciones relacionadas del propio medio, recuperables en los archivos- y fuera de él.
Con estas nuevas, el periodismo está más cerca de aquel ideal que planteaba Arthur Miller al describir un buen periódico como «una nación hablándose a sí misma». Pero la edición online puede aportar aún más a esta aspiración.
Periodismo ciudadano
Dan Gillmor está entre los principales expertos de uno de esos grandes caminos de renovación que intenta abrirse paso en el universo informativo: el periodismo ciudadano. La institución que dirige (citmedia.org) busca enseñar a la gente el modo de obtener mejor información y, sobre todo, las herramientas tecnológicas que permiten crear contenidos. En el fondo se trata de hacer, de los ciudadanos, periodistas. Y es que Gillmor está convencido de que la solución del periodismo pasa por una democratización de los medios a través de la participación. Según él, esto abre un horizonte nuevo al periodista, pero en absoluto lo suprime.
Un ejemplo: sugiere Gillmor que el periodista pida a sus lectores que le ayuden, teniendo en consideración que cada vez es más fácil que haya alguien con un móvil o con una cámara en un sitio donde no esté presente ningún periodista. Y del dicho al hecho, con un caso que se convirtió en paradigmático: con motivo del huracán Katrina, Citizen Media se apoyó en el periodismo ciudadano para recorrer la ciudad y poner en Internet imágenes que mostraban el estado de las casas arrasadas. Algo semejante pasó con las imágenes de vídeo del tsunami en 2004; y con los atentados de Londres, en los que la única imagen de la explosión provenía del móvil de un ciudadano. Más reciente es el caso del asesinato de un periodista ciudadano chino que grabó en su móvil y publicó en su blog la brutal represión de una manifestación por parte de la policía.
La pregunta puede ser dónde entra aquí el periodista… si es que hace falta. Para Gillmor, no hay duda de la necesidad de su permanencia por lo que puede aportar en el nuevo panorama: «Los principios no cambiarán: exactitud, meticulosidad, imparcialidad, independencia, transparencia. Las técnicas serán de algún modo diferentes pero no sustancialmente. Pero con el tiempo los periodistas llegarán a ser más guías que oráculos, ayudando a su audiencia a encontrar el mejor y más relevante material».
El informe 'El estado de los medios de información 2008' cita, por ejemplo, el caso de correos electrónicos enviados directamente por el periodista a sus lectores para mantenerlos al tanto de la evolución de una situación.
Entonces, ¿prensa convencional o periodismo online? Son muchos los que piensan que no hay ni debe haber una dicotomía, y se inclinan por la convergencia redaccional.
La solución a esta invasión digital de los medios parece conducir hacia la convergencia redaccional y a unos servicios informativos basados, cada vez más, en contenidos temáticos, en detrimento de la estructura actual basada en plataformas de emisión. La posibilidad de crear redacciones integradas -papel y online- es otra respuesta destinada a la adaptación del periodismo a los nuevos tiempos.