Se trata de uno de los invernaderos más grandes de España, una sociedad anónima sin ánimo de lucro que se dedica a la plantación ornamental. También tiene un laboratorio biotecnológico que cuenta con los avances más punteros. Es, pues, una empresa innovadora y solvente. Es la primera productora de plantas de la Comunidad de Madrid, y todo ello no tiene porque estar reñido con que la práctica totalidad de su plantilla la integren personas con discapacidad mental, que representa a un 1% de la población española.
La integración social es el principal objetivo de este invernadero, que quiere que estas personas se sientan útiles y puedan emplear parte de su vida en labores más creativas y alentadoras que la de quedarse en casa viendo como transcurre el tiempo, negándose a vivir la parte activa de la existencia. Tener una cierta independencia económica les hace libres y les evita ser una carga para otra persona. Con iniciativas como esta comienza la disociación de enfermo mental con carga, y la de discapacidad con fin de la vida normal. De hecho, siendo así, ¿debemos hablar de dis-capacidad?
Entre sus funciones están la de realizar semilleros o esquejes, y la de enmacetar flores, sembrar árboles o investigar sobre las enfermedades que puedan padecer las plantas, aunque muchas de ellas están en función de sus capacidades. En un año estos empleados producen más de 5 millones de plantas. Muchos de ellos viven en una residencia que se les ofrece cerca del lugar de trabajo a un precio bastante reducido.
La preocupación de muchos padres de personas con discapacidad psíquica es cuál será el futuro de sus hijos una vez pasada la etapa de educación. La solución era tan sencilla como utópica: que sus hijos se incorporaran a la vida laboral y tuvieran un sueldo; que sus hijos aspirasen a una vida normal. ‘La Veguilla’ es la respuesta a la preocupación de estos padres, la solución a la pregunta ¿qué será de él cuando yo no esté?