Sólo me consoló una argumentación: si lo criticaban no era porque fuera una mala persona, sino porque de su error podían aprender otras personas. Pues bien, dicen por ahí que Dios perdona y olvida, que el hombre perdona pero no olvida y que la naturaleza ni perdona ni olvida. Y así, la naturaleza ni le olvidó ni le perdonó a Carmen la imprudencia cometida. Los hijos no son un capricho. Y ahora tenemos dos huérfanos de dos años. Dura lex, sed lex. Aprendamos la lección para no repetirla.
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