Desde la dimisión de Panero nuestro municipio, Boadilla del Monte, es la vergüenza de España. No es sólo nuestra estupidez por votarle, no es sólo por permitir que un alcalde abandone la democracia para enriquecerse, es simplemente por no hacer absolutamente nada para que no vuelva a suceder. ¿Para qué una comisión que aclare lo sucedido? Total, el PP la cerrará a los pocos días sin ningún culpable.
Quizás hemos olvidado que la dimisión de Panero estuvo acompañada de cabezas de turco inocentes, desde la directiva popular se pidió amablemente la dimisión de María Jesús Díaz –número dos de Boadilla-. Mientras, un presunto corrupto mantenía su acta de concejal y actualmente desempeña funciones públicas.
No sólo se echa de mala manera a una mujer responsable y futura primer edil del Consistorio, sino que se decide nombrar alcalde a alguien de plena confianza de Arturo González: Juan Siguero. Parece que el nuevo lema debería ser ‘Qué nada cambie’. En esta situación es lógico que la presunta corrupción y los problemas broten solos, los ciudadanos y políticos nos estamos convirtiendo en los padres de una infección difícil de eliminar. La alimentamos, cuidamos y mimamos, observamos como crece y se reproduce hasta sus límites. Si los sobrepasa, si se descontrola, abandonamos nuestra paternidad para declararlo nuestro más acérrimo enemigo.
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