Se fueron los Reyes y de vuelta al día a día se ha esfumado el espíritu navideño en un pispás... No había desaparecido aún en el horizonte la Real Cabalgata de Boadilla del Monte cuando ya llovían las feroces críticas sobre los anticuados disfraces, los escasos medios, la poca imaginación derrochada en el diseño de las carrozas...
Y en cuanto a los caramelos: casus belli. Unos se quejaban, con Melchor todavía presente, de que se habían lanzado pocos, y sin acierto. Otros protestaban porque sobraba (aunque sin gluten) la munición... Había quien criticaba que los vigilantes fueran uniformados con simples chalecos reflectantes y no los adecuados trajes de época... Hasta hubo quien advirtió demasiados abordajes de "no agraciados" en el sorteo, que se encaramaron a lo más alto de los reales carruajes cual forajidos a caravanas del lejano Oeste.
Ni siquiera la pirotecnia de los fuegos artificiales consiguió que cundiera la concordia... En fin, que esa estela de la Cabalgata, de supuesta armonía y paz, se ha disipado muy pronto en la atmósfera de la cruda realidad.