Porque, a lo tonto a lo tonto, el Ayuntamiento de Boadilla se gastó, durante 2012, 78.000 euros en la limpieza de más de 10.000 pintadas de grafitis en fachadas y mobiliario urbano. Una pasta.
Y todo porque hay medios de comunicación y políticos que siguen viviendo en los años 70 del siglo pasado y consideran que ensuciar las paredes es arte en lugar de falta de educación cívica.
Para los trabajos de limpieza, el equipo de especialistas empleó detergentes y chorros de agua o de arena, en función de la dureza del grafiti con la posterior pintura, cuando procede, de la zona tratada.
El Ayuntamiento de la localidad ha solicitado la colaboración de los vecinos para evitar que se produzcan más y para notificar la existencia de nuevas pintadas. Y es una pena porque creo que tiene armas más contundentes para combatir la barbarie que esa colaboración.